jueves, 28 de julio de 2011

Como comerse un pastel de chocolate

Es curioso pensar en las veinte mil formas que hay de comerse una tarta de chocolate. Antes que nada, hay que ponerse en situación, venga, pensemos:
Nos encontramos en una preciosa cocina, ante nosotros se encuentra un banco lleno de ingredientes: mantequilla, azúcar, harina, huevos, un par de tabletas de chocolate… , giramos la cabeza a la derecha, y vemos un impresionante horno de ultima generación, sobre el cual hay un ventanal que da ha un precioso prado verde, con un montón de árboles con las hojas rojas y naranjas del otoño, y las que ya no han aguantado sobre las ramas están todas desperdigadas por los suelos, formando una preciosa combinación con los verdes del suelo; nos acercamos y abrimos esa ventana, dejando que un dulce olorcillo a flores silvestres y hierba inunde toda la estancia. Nos giramos, nos arremangamos decididos las mangas del jersey de cuello alto que llevamos puesto y nos encaminamos hacia el desafió de empezar por el principio, pues para poder disfrutarla, primero hay que cocinarla.
Sacamos dos bols del estante superior del armario hasta el que hemos caminado, los colocamos encima de la encimera, en uno mezclamos la mantequilla con el azúcar, bien movidos, hasta que ya no se distinguen los ingredientes, después… o valla, como la receta es antigua no se entiende del todo bien lo que pone, bueno, no pasa nada vamos a solucionarlo, cogemos los  dos huevos, los batimos bien y los añadimos de golpe a la mezcla, y volvemos a mezclarla hasta que  no se distingue nada… bueno, la verdad es que muy buena pinta no tiene, pero en fin… cogemos el resto de los ingredientes, que previamente hemos tamizado y los agregamos a la mezcla, pero, el brazo derecho ya nos duele, así que tenemos que utilizar el izquierdo, y eso no es tan fácil… y ahora, puñetas, maldecimos en voz alta mientras tiramos el trapo al suelo, ¿Por qué lo de que hay que precalentar el horno, lo tiene que poner al final del todo? ¿no seria mas normal avisarlo antes? Pero no, las cosas tienen que ser difíciles, claro como son ellos los que saben… pero eso tampoco nos va a desanimar por que ya hemos mezclado los huevos y la harina, la dichosa levadura, los hemos mezclado hasta dejarnos el brazo en el intento y hemos conseguido descifrar las extrañas letras que no marcaban el siguiente paso. Nos dirigimos hacia el horno, nos agachamos y lo encendemos, movemos la rudecita hasta los 180º y esperamos a que se caliente, luego introducimos nuestro precioso pastel de chocolate en su interior. Durante los siguientes veinte minutos nos dedicamos a mirar con atención el horno, y a nuestro pequeño pastelito que poco a poco va creciendo. Plim plim la campana del horno suena indicando que ya esta listo el bizcocho y que puede echar a volar, así que abrimos con cuidado y lo sacamos, lo dejamos encima de la encimera y nos quedamos contemplándolo con entusiasmo, como si fuera la octava maravilla del mundo, “mira que mono es mi pequeño pastelillo…” nos secamos las lagrimillas de contento y continuamos con la receta.
Bien, ahora vamos a por la cobertura de trufas, cogemos la tableta de chocolate, la ponemos en un bol junto con la mantequilla y la nata y al microondas, pero… hay muy poco chocolate… ¿no? Sacamos el bol, desenvolvemos la otra tableta y la colocamos también dentro, ahora si que encendemos el microondas y contemplamos como nuestro querido chocolate se deshace lentamente. Ahora dice… ¡que tengo que meterlo media hora a la nevera? Sofocamos unas lagrimas, esto podíamos haberlo echo antes y nos hubiéramos ahorrado mucho tiempo, pero en fin, seguimos los pasos que nos indica, hasta le echamos los trocitos de bizcocho y las cucharadas de ron, y mas bizcocho, que mas vale que sobre que que falte. Ya por fin el ultimo paso, recubrimos nuestro bizcochito de chocolate con la mezcla, lo introducimos en la nevera durante… ¿cuatro horas? Nos hemos quedado helados, como se  quedara nuestro bizcochito hay dentro durante tanto tiempo, pero lo hacemos, y esperamos el tiempo necesario.

Bien, ahora ya podemos comérnoslo, lo importante es decidir la forma de hacerlo. Nos quedamos pensando, nuestro primo del pueblo dice que se lo come tumbado en el sofá, mientras ve alguna película interesante en  la televisión. Ana, nuestra amiga de toda la vida, prefiere hacerlo con su novio, los dos sentados a la mesa, junto con una taza de café. La vecina de enfrente, tan rara como es, tal vez se lo coma mientras se da un relajante baño de burbujas; el chico del gimnasio de la avenida, ese tan prepotente y que te cae tan mal, seguro que lo hace mientras realiza algún tipo de ejercicio, así quemara las calorías que ingiera, o eso diría el; mami seguro que prefiere comerse a bocaditos pequeños, y el tío lo engulliría sin pensarlo. Como ves hay veinte mil maneras de comerse este delicioso pastel de chocolate que hemos preparado. Sonríes, coges el pastel y sales al jardín, ese que se veía desde la ventana de la cocina y que tanto nos ha gustado desde el principio. Nos sentamos debajo del árbol y todos los olores que salen de la ventana abierta de la cocina llegan hasta nuestra nariz, el olor del chocolate fundido en el horno, del bizcocho horneado, de todas las mezclas que hemos hecho y que ahora se mezclan con el olor a flores silvestres y hierba. Si, esta es nuestra manera de comernos ese delicioso pastelito de chocolate, y sabemos, que aunque solo queramos un trozo acabaremos cogiendo dos, o tres… por que si tanto esfuerzo hemos hecho para prepararlo es justo que ahora podamos disfrutarlo.

2 comentarios:

  1. Mmmmm qué ricoooo me encanta el chocolate, tan delicioso, exquisito, un placer para el paladar.

    Besos.

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  2. este texto me suena...!

    por cierto, te digo lo mismo, como siempre horrible ;P
    jejejeje

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